Batalla de Peralejo (1895)

 

Batalla de Peralejo (1895)



La Batalla de Peralejo, librada el 13 de julio de 1895, es uno de los enfrentamientos más célebres de la Guerra de Independencia por enfrentarse directamente dos figuras militares de enorme peso: Antonio Maceo, el Titán de Bronce, y Arsenio Martínez Campos, Capitán General de la isla y uno de los comandantes más experimentados del ejército español. Esta batalla no fue solo una victoria mambisa, sino una herida moral profunda para la autoridad colonial, pues demostró que la estrategia española podía ser derrotada en campo abierto por tropas menos armadas, pero superiormente dirigidas.

El combate se desarrolló en las cercanías de Manzanillo, una zona estratégica para el dominio del oriente cubano. Maceo, consciente del movimiento de las tropas de Martínez Campos, planificó una maniobra de cerco aprovechando la vegetación densa, los caminos estrechos y la desarticulación natural del terreno. Mientras las columnas españolas avanzaban confiadas, los mambises ocuparon posiciones tácticas que les permitieron cerrar el paso, dividir a las fuerzas enemigas y cortar sus líneas de comunicación. El terreno actuó como un aliado de la estrategia mambisa.

Desde el inicio del combate, la rapidez y agresividad de los insurrectos marcaron el ritmo. Las cargas al machete, ejecutadas con precisión, obligaron a las tropas españolas a retroceder desordenadamente. Martínez Campos se vio sorprendido por la intensidad y coordinación del ataque, lo que lo obligó a replegarse en busca de una posición más segura. Maceo, por su parte, aprovechó cada oportunidad para presionar al enemigo, evitando que pudiera reorganizarse y forzándolo a una retirada humillante para el mando colonial.

La derrota española en Peralejo tuvo repercusiones inmediatas en La Habana y en Madrid. Que el máximo jefe militar de la isla hubiese sido obligado a retroceder por un ejército irregular y mal armado significó el derrumbe simbólico de la estrategia “pacificadora” de Martínez Campos, que ya se encontraba bajo críticas por su incapacidad para dominar el oriente. La batalla aceleró los cambios de mando y modificó el curso de la guerra, pues evidenció que España debía adoptar tácticas más duras y mayor presencia militar si quería sostener su dominio en Cuba.

Para los mambises, Peralejo fue una confirmación de su creciente capacidad táctica y moral. La victoria fortaleció el prestigio militar de Maceo, consolidó la confianza de las tropas en su alto mando y sirvió como impulso directo para organizar lo que sería la monumental Invasión de Occidente. Peralejo no solo simboliza la victoria de un ejército pobre en recursos, sino la encarnación del espíritu combativo cubano: audaz, ingenioso, solidario y dispuesto a enfrentar a fuerzas muy superiores. Su legado perdura como uno de los golpes más certeros contra el aparato militar colonial.

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