José Martí y el Partido Revolucionario Cubano: Cuba antes de 1959

 José Martí y el Partido Revolucionario Cubano: Cuba antes de 1959

José Martí es considerado el Apóstol de la independencia cubana, una figura que supo unir poesía, política y acción revolucionaria en un mismo cuerpo. Nacido en 1853 en La Habana, vivió gran parte de su vida en el exilio, donde se forjó como periodista, orador y pensador político. Su visión trascendía la mera expulsión de España: Martí imaginaba una Cuba independiente, republicana y soberana, que pudiera librarse también de la dependencia económica y cultural respecto a Estados Unidos. Para él, la independencia era inseparable de la justicia social y de la creación de una nación con plena dignidad.

En 1892, desde Nueva York, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC). Su objetivo era claro: organizar y financiar la llamada “guerra necesaria” contra el dominio español, evitando las improvisaciones del pasado. Pero el PRC no era únicamente un comité militar: Martí lo diseñó como un espacio político moderno, que integrara a veteranos de las guerras de independencia, a jóvenes exiliados y a la comunidad emigrada en Estados Unidos. Bajo su dirección, el Partido se convirtió en el gran proyecto colectivo de los cubanos dispersos, una auténtica patria en movimiento.

El PRC también representó una escuela de democracia y de ciudadanía. Martí insistía en que la independencia no debía ser obra de caudillos aislados, sino de un pueblo educado en la participación política. En sus estatutos, estableció la necesidad de igualdad racial, al convocar explícitamente a los negros libertos y descendientes de esclavos, cuya participación había sido crucial en las guerras anteriores. La idea de “con todos y para el bien de todos” se plasmó en la estructura del Partido, que buscaba unir a los distintos sectores sociales en un proyecto común.

El pensamiento martiano rechazaba cualquier forma de anexión a los Estados Unidos, algo que era visto con simpatía por algunos grupos de cubanos en el exilio. Martí, sin embargo, fue tajante: Cuba debía ser libre de todo tutelaje, ni española ni norteamericana. En sus escritos alertó sobre “el peligro mayor” que representaba el naciente imperialismo estadounidense, dispuesto a extender su dominio por el Caribe y América Latina. Esta visión profética se convirtió en uno de los legados más perdurables de su ideario.

En 1895, Martí desembarcó en Playitas de Cajobabo junto a Máximo Gómez y otros líderes revolucionarios, decidido a llevar la guerra al terreno cubano. Pocos meses después, en mayo de ese mismo año, murió en combate en Dos Ríos. Su caída lo convirtió en mártir de la independencia, pero también en símbolo inmortal de un proyecto inconcluso. La lucha continuó sin él, y aunque los cubanos lograron derrotar a España en 1898, la intervención estadounidense frustró la república soñada por Martí.

El Partido Revolucionario Cubano, sin embargo, no desapareció con su muerte. Su ejemplo de organización, sus principios democráticos y su vocación inclusiva influyeron en las generaciones posteriores. La idea de que la independencia debía estar ligada a la justicia social reapareció en diferentes movimientos políticos de la isla a lo largo del siglo XX. Martí, con su verbo encendido y su pensamiento ético, quedó como referencia obligada para todo proyecto de soberanía cubana.

Mirado en perspectiva, Martí y el PRC representan mucho más que un episodio histórico: son el acto fundacional de la nación moderna cubana. En ellos se unen el idealismo literario, la estrategia política y la sensibilidad social que caracterizan la identidad nacional. La Cuba antes de 1959 no puede entenderse sin esta raíz martiana, que sirvió de brújula para los que vinieron después, ya fueran republicanos, reformistas o revolucionarios.

Comments

Popular Posts