La verdadera historia del tren de Hershey en Cuba

foto wikimedia commons

 

El tren de Hershey: un legado eléctrico entre La Habana y Matanzas

En el corazón de Cuba, entre las provincias de La Habana y Matanzas, circula uno de los trenes más curiosos y emblemáticos de la isla: el tren de Hershey. Fundado a inicios del siglo XX, este ferrocarril eléctrico fue construido por la famosa compañía estadounidense The Hershey Company, conocida por sus chocolates, como parte de un ambicioso proyecto azucarero. Más allá de su uso industrial inicial, el tren se convirtió con el tiempo en un símbolo de conexión entre comunidades y en una rareza técnica dentro del sistema ferroviario cubano.

La historia comienza en 1916, cuando Milton S. Hershey, el fundador de la compañía, compró tierras en Cuba para asegurar el suministro de azúcar necesario para sus fábricas de chocolate en Estados Unidos. Para transportar la caña de azúcar desde los campos hasta el central Hershey (posteriormente llamado "Camilo Cienfuegos"), decidió construir un ferrocarril eléctrico moderno, un lujo para la época y el único de su tipo en todo el país.

Las obras del tren de Hershey se completaron en 1922, y desde entonces comenzó a operar tanto para transporte de carga como de pasajeros. El sistema se extendía por más de 90 kilómetros y contaba con decenas de paradas intermedias entre La Habana y Matanzas. Este ferrocarril se destacó por su uso de electricidad en una red donde predominaban trenes a vapor o diésel. Los vagones originales, construidos en Estados Unidos, ofrecían un recorrido pintoresco a través de campos de caña, pueblos rurales y zonas costeras.

Tras la revolución de 1959, el tren fue nacionalizado junto con el resto de la infraestructura del país. Aunque el central azucarero Hershey siguió funcionando por un tiempo, su producción fue decayendo con los años, afectando también al mantenimiento del tren. Sin embargo, este siguió operando como transporte público para los residentes locales, convirtiéndose en una línea vital para trabajadores, estudiantes y campesinos.

Durante décadas, los trenes originales continuaron funcionando con mínimas modificaciones, lo que convirtió la línea en una especie de museo en movimiento. Turistas curiosos y aficionados del ferrocarril comenzaron a visitar Cuba solo para montarse en este tren, atraídos por su historia, su tecnología obsoleta pero funcional, y el encanto de un viaje lento y escénico por el paisaje cubano.

A pesar de su valor patrimonial y su importancia social, el tren de Hershey ha enfrentado múltiples desafíos en las últimas décadas. La falta de piezas de repuesto, cortes eléctricos, vandalismo y problemas de infraestructura han reducido significativamente la frecuencia de los viajes. En ocasiones, el servicio ha sido suspendido por largos períodos, lo que ha generado preocupación sobre el futuro de esta joya ferroviaria.

Diversas iniciativas han buscado rescatar el tren, tanto por parte del gobierno cubano como de organizaciones internacionales interesadas en la conservación del patrimonio industrial. Algunas propuestas incluyen convertirlo en un tren turístico de época, con recorridos temáticos y paradas culturales, aunque estos proyectos han avanzado lentamente debido a limitaciones económicas y logísticas.

Hoy, el tren de Hershey sigue siendo un símbolo de una época en que la industria del azúcar dominaba la economía cubana y las empresas extranjeras tenían un peso determinante en la infraestructura nacional. Aunque su futuro es incierto, su historia permanece viva en la memoria de quienes lo han utilizado y en el asombro de quienes descubren que, en pleno siglo XXI, todavía circula un tren eléctrico centenario por los campos de Cuba.

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