100 años del Trío Matamoros: Las raíces del son cubano
Este año celebramos un siglo de historia musical con el centenario del Trío Matamoros. Fundado en 1925 por Miguel Matamoros, Rafael Cueto y Siro Rodríguez, este trío marcó un antes y un después en la música cubana.
Desde Santiago de Cuba, su música recorrió el mundo, llevando el son —ese ritmo sabroso y contagioso— a los rincones más inesperados. Canciones como “Lágrimas Negras”, “Son de la Loma” y “Juramento” se convirtieron en himnos de una época, y aún hoy emocionan a generaciones.
Lo que hizo único al Trío Matamoros fue la combinación perfecta entre poesía popular, armonías vocales y guitarras que hablaban por sí solas. Fueron pioneros del son montuno, y su influencia puede sentirse en artistas posteriores como Buena Vista Social Club, Compay Segundo y hasta en la salsa de Nueva York.
En una época sin internet ni redes sociales, su música viajó en discos de 78 rpm, en programas de radio y en presentaciones en vivo que dejaban al público sin aliento.
El Trío Matamoros no solo cantó al amor y a la vida, también fue crónica social. Con gracia y cadencia, retrataron las penas del alma y las alegrías del barrio.
Hoy, 100 años después, su legado sigue vivo. En cada trova, en cada descarga, en cada acorde de guitarra que suena en una peña o en un solar de Cuba. Porque el son no ha muerto. Y mientras haya quien cante “Son de la Loma”, el Trío Matamoros seguirá presente, tan vivo como siempre.
Desde Santiago de Cuba, su música recorrió el mundo, llevando el son —ese ritmo sabroso y contagioso— a los rincones más inesperados. Canciones como “Lágrimas Negras”, “Son de la Loma” y “Juramento” se convirtieron en himnos de una época, y aún hoy emocionan a generaciones.
Lo que hizo único al Trío Matamoros fue la combinación perfecta entre poesía popular, armonías vocales y guitarras que hablaban por sí solas. Fueron pioneros del son montuno, y su influencia puede sentirse en artistas posteriores como Buena Vista Social Club, Compay Segundo y hasta en la salsa de Nueva York.
En una época sin internet ni redes sociales, su música viajó en discos de 78 rpm, en programas de radio y en presentaciones en vivo que dejaban al público sin aliento.
El Trío Matamoros no solo cantó al amor y a la vida, también fue crónica social. Con gracia y cadencia, retrataron las penas del alma y las alegrías del barrio.
Hoy, 100 años después, su legado sigue vivo. En cada trova, en cada descarga, en cada acorde de guitarra que suena en una peña o en un solar de Cuba. Porque el son no ha muerto. Y mientras haya quien cante “Son de la Loma”, el Trío Matamoros seguirá presente, tan vivo como siempre.
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